martes, junio 12, 2007

El actor, el andariego, el loco


Teatro de búsqueda


“Me preguntan cómo es que me volví loco. Así sucedió:
Un día mucho antes de que nacieran muchos dioses, desperté de un profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras – sí, las siete máscaras que yo mismo había confeccionado y que llevé en siete existencias distintas -, corrí sin máscaras por las calles atestadas de gente, gritando:
¡ladrones! ¡ladrones! ¡malditos ladrones!
Hombre y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando Yo llegué a la plaza del mercado, un joven de pie en la azotea de su casa señalándome gritó:
¡Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quien gritaba, y por vez primera el sol besó mi desnudo rostro, mi alma se inflamó de amor al sol y ya no quise tener máscaras.
Y como si fuera presa de un trance, grité: - ¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.”

“El loco”, Kahalil Gibrán






Se despertó sintiendo que ya no puede permanecer en este sitio. Inquietud.
Se mira en el espejo: no reconoce a quien sonríe del otro lado.
Perdí mi rostro. Para qué quedarse. A qué.
Partir, sí, ahora mismo, antes de que la luz de la mañana ahogue el impulso. Qué llevar. Pocas cosas. Lo indispensable. O mejor nada.  Cerrar el ciclo, el paso, cerrar la puerta. Y tirar la llave. No mirar atrás.
Quién era el que cruzo la puerta. quién dió el primer paso. quién soy.
Avanzar. Incertidumbre como único equipaje.
Camina. Los que ayer lo respetaban ahora lo desprecian.
Lo siguen los niños y los perros, al menos por un rato.


Un andariego. Un peregrino sin patria. Un exilado. Un loco.
Quién no tiene máscara ignora cuál será el reflejo que verá en la cara que lo observa.
Este suelo me es ajeno. Preferible mil veces el salto al vacío.
No aferrarse a nada para comenzar un viaje.
Partir, encendido, caminando, danzando, volando.
Burlándose del eco de los pasos que pretenden afirmar que por detrás existe algo.
Maletas vacías, bolsillos vacíos, memoria de nada.
Sólo el salto.


El estado del actor creador es un estado de riesgo, de alerta, de salto en el abismo.
Solo en la incertidumbre la posibilidad de un inicio.
No hay piso, no hay techo, no hay garantías de llegar al otro lado.
Tampoco hay donde regresar.
El loco, parecido a nadie, aferrado a nada, cubriéndose nunca,
se desbarranca de su antigua vida
como único recurso que precipite el viaje.


El actor que busca, el renunciante.
Aquél que se perdió para encontrarse.


Clodet
2002

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